Elvira Mansur – artículo 2 revista CorpoSano – 16 Septiembre 2022
Reaprende a hablar a tu mente pues en ella reside gran parte de tu bienestar
…Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo…. Dr. Mario Alonso Puig.
Tenemos la falsa creencia de que no importa cómo nos hablamos en nuestro diálogo interno, que los pensamientos que tenemos acerca de una/o misma/o se quedan para nosotros y no nos afectan a nuestra vida.
Muchas veces, cuando pregunto a alguien que está manifestando pensamientos negativos o limitantes recurrentes que tiene respecto a si misma/o por qué se habla así, me contesta…
� En realidad no es lo que pienso de mí, aunque a veces tengo dudas de mis capacidades…
� Es que decirme a mí mismo cosas positivas me parece pretencioso…
� Si pienso esto negativo es para asumir mis limitaciones…
Nos hemos acostumbrado a normalizar estos pensamientos, puede que incluso pensemos que reconocer que nos hablamos en positivo “queda mal”, he tenido bastantes personas que en el proceso de coaching me lo han reconocido, queda mejor hablar en negativo.
Lo que ocurre es que la mayoría de las veces, lo que se dice responde a algo que se piensa, ya sea de manera consciente o inconsciente y así, las respuestas anteriores que con tanta frecuencia suelen darme, de tanto repetirlo, al final se lo creen, están convencidas/os que no tienen capacidades, que son pretenciosos y limitados.
Al final estos pensamientos cargan de negatividad nuestro día a día, pues sin querer los convertimos en generalizaciones, es decir, no pensamos realizo con lentitud el cálculo matemático, tendría que entrenar más para poder hacerlo más rápido, pensamos, soy un desastre con las matemáticas.
Esto lleva implícita una connotación importante que va en contra de nuestro bienestar, pasamos de analizar una habilidad o una competencia concreta que podemos tener más o menos desarrollada o para la que estamos mejor o peor dotadas/os, a emitir un juicio sobre nuestro ser, lo cual tiene un efecto secundario negativo sobre nuestra autoestima.
Lo que la ciencia ha demostrado es que las palabras no son inocuas, y que la manera que tenemos de pensar, el lenguaje que utilizamos para hablar con los demás y sobre todo el que utilizamos para hablarnos a una/o misma/o en ese diálogo interno incesante de nuestra mente y que se manifiesta a través de nuestro comportamiento, crean, condicionan y muchas veces cambian nuestra realidad, rectifico, nuestra precepción de la realidad, porque eso es lo que vivimos, una realidad que es percibida a nuestra manera por cada uno de nosotras/os.
Esta relación entre pensamiento, lenguaje y comportamiento es lo que reflejo en este esquema, y la importancia de tomar conciencia de ello radica en que nos genera emociones, nos condiciona cómo nos sentimos.
Por ejemplo, si una amigo o amiga me dice algo que me sienta mal y no lo hablo directamente con la persona para aclararlo, puede ser que empiece a pensar cosas como: “…pero que se ha pensado, sabe que soy una persona muy sensible y me dice esto? …”, “…creo que lo ha dicho con mala intención…”, “…y yo pensaba que éramos amigos…” ….
Esta línea de pensamiento puede ser interminable y si no se lo pone freno suele ir a peor. La consecuencia directa es que nos generamos emociones nada agradables hacia esa persona y al regodearnos en aquello que ha dicho y nos ha dolido, nos sentimos cada vez peor.
Al final lo que conseguimos es que estas emociones se transformen en sentimientos, que no son más que emociones menos intensas, pero con mayor arraigo, que generan muchas veces rechazo hacia la persona e incluso hacia uno mismo, y que si se mantiene en el tiempo puede transformarse al final en un estado de ánimo cargado de negatividad, que mejor lo llamaría un estado de desánimo.
Así, la propuesta es que podemos reeducarnos para cambiar algunas emociones que sentimos y no nos gustan o nos perjudican, por otras más potenciadoras y agradables.
Y te preguntaras, pero… ¿Cómo lo hago?
Para responder a esta pregunta, quiero explicaros antes una característica de nuestra mente quizás desconocida para muchas/os, se trata de que nuestra mente, en muchas ocasiones, no distingue entre realidad, inventado o recordado.
Es muy sencillo de comprobar a través de este pequeño ejercicio:
Cierra los ojos y piensa en alguna comida que te guste mucho, mucho
Visualiza ese plato repleto de lo que es un auténtico manjar para ti y deléitate en el sabor y las texturas de esa comida….
¿Estás percibiendo su fantástico olor? …un auténtico placer
¿Qué está ocurriendo en tu cuerpo?
Nuestra mente ha interpretado esta ficción como si fuera real y nuestro cerebro ha reaccionado casi igual que si realmente estuvieras delante de ese plato de comida, habrás empezado a salivar, a notar ciertos crujidos en el estómago debido al aumento de secreción de ácido clorhídrico, el que necesitamos para digerir los alimentos…y todos estos cambios fisiológicos ¡han ocurrido sólo por PENSAR en esa comida que tanto te gusta!!
Como habrás podido comprobar un simple pensamiento puede modificar nuestra fisiología, de hecho, cada vez que pensamos nuestro cerebro se modifica, crea nuevas conexiones y redes neuronales gracias a la plasticidad neuronal.
Quizás llegados a este punto te preguntes si hay diferencia entre mente y cerebro, pues sí, las hay, el cerebro es el órgano que centraliza la actividad del sistema nervioso humano e incluye todo aquello relativo a desarrollo de emociones y sentimientos, aprendizaje, consciencia, ideas, imaginación, recuerdos, memoria, etc., también capta los estímulos procedentes de los sentidos y genera respuestas fisiológicas acordes a ellos.
La mente es un concepto que no designa una realidad física, es una abstracción que designa el conjunto de capacidades intelectuales, cognitivas y psicológicas que conforman nuestra consciencia.
Nuestro lenguaje, nuestro comportamiento y pensamientos modifican nuestra mente y al final son estos pensamientos los que envían señales a nuestro cerebro, el cual da la respuesta fisiológica adecuada a dicho estímulo.
Así, en el ejercicio de pensar en comida, hemos “engañado” a nuestra mente que no distingue entre ficción y realidad, hemos pensado “qué buena comida, es mi plato favorito” y estos pensamientos han estimulado la respuesta fisiológica de nuestro cerebro casi igual que si estuviéramos delante de comida.
¿Cómo podemos utilizar esta característica de nuestra mente para sentirnos mejor y disponer de más recursos que aumenten nuestro nivel de Bienestar?
La propuesta que os hago es la “engañar a nuestra mente” contrarrestando todo aquello que pensemos y nos perjudique con un pensamiento, palabra o comportamiento contrario.
A modo de ejemplo:
► Si estás triste y quieres sentirte mejor… prueba a sonreír y mantener una sonrisa por pequeña que sea en tu cara, aunque te parezca falsa y forzada. Al poco rato, aunque la causa de la tristeza persista, te sentirás mejor y con más recursos para afrontar esta emoción o sentimiento.
► Si andas encorvada/a porque te sientes abrumada/o… endereza tu cuerpo, alza la cara, mira al frente y mantén la postura. Recuerda que la posición de nuestro cuerpo forma parte de lo que llamo comportamiento en el esquema anterior e influye en nuestro lenguaje, nuestro pensamiento y nuestra afectividad. Al cabo de poco rato, te sentirás mejor.
► Si tu vocecita interior no para de repetirte… “No lo conseguiré”, “Soy un desastre”, “Es imposible que me contraten” … reeduca a tu mente con frases potenciadoras como: “Lo conseguiré”, “Aprenderé”, “Me contratarán” … Recuerda, da igual que tu cerebro racional piense a la vez cosas como “…pero qué tonterías me estoy diciendo” … al final estarás contrarrestando las frases negativas y acabarás sintiendo emociones muy potenciadoras.
► Si piensas que eres muy desgraciada/o, que estás sola/o… Haz una lista de todo lo que tienes, escríbela, aunque necesites tu tiempo, relee lo escrito cuando acabes, repite en voz alta todas las veces que puedas lo que sí tienes y verás como cambia tu estado de ánimo.
Quizás puedas pensar en este punto, si has hecho estos ejercicios, que sí, parece que me siento algo mejor, pero la tristeza y el desánimo siguen estando ahí.
Pues tienes toda la razón, seguirán estando ahí, esto no es magia. Se trata de abrir tu mente para disponer de nuevos recursos que te hagan pasar a la acción, tomar las riendas de tu vida e iniciar un camino de opciones, decisiones y/o aceptación para encontrar soluciones a todo lo que te perjudica.
En el caso de la tristeza, no quiere decir que estar triste sea malo, porque todas las emociones son necesarias, por ejemplo, la tristeza misma puede ser inspiradora, o ser parte necesaria de un duelo o de cualquier otra pérdida. Lo que considero perjudicial es que no podamos superarla y se instale en nuestras vidas de manera permanente modificando nuestro estado de ánimo en detrimento de nuestro bienestar.
Tampoco pasa nada porque a veces nos hablemos de manera limitante o nos pasemos con la autocompasión, pero sí pasa si es recurrente, entonces nos autosaboteamos, impidiéndonos avanzar.
Estos ejercicios son recursos para dar el primer paso, a partir de ahí depende de cada una/o decidir si quiere seguir o trazar su camino de mejora continua o no. En realidad, todo está bien si es lo que una/o decide y lo que una/o quiere.
Por otro lado, quizás también puedas pensar que vaya mente que tenemos que se regodea en todos los pensamientos negativos y nos generan estas emociones que no nos gustan nada, pues bien, esto no es porque nos quiera fastidiar la vida, ¡todo lo contrario!
Nuestra mente está tremendamente preparada para sobrevivir
He aquí la respuesta, el motivo por el cuál tenemos una tendencia innata a repensar lo negativo, a regodearnos en ello, es porque, otra característica de nuestra mente es que está muy muy preparada, casi diría diseñada para sobrevivir.
Por este motivo se enfoca en todo lo que puede afectar a nuestra supervivencia, es decir, en lo negativo para prepararse y neutralizarlo.
Sólo nosotros con nuestra voluntad consciente, podemos reeducarla para que sea capaz de discernir de manera saludable lo que puede ser una amenaza y lo que no para cada una/o de nosotras/os.
Conocer más en profundidad cómo funciona nuestra mente puede abrirnos puertas hasta ahora desconocidas que nos ayuden a mejorar nuestras vidas.
Así que te propongo, si quieres, que hagas de tu mente una aliada, conócela y vive mejor.
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