Elvira
Mansur – artículo revista CorpoSano – 19 octubre 2022
Lo que el bienestar une
Muchas veces las personas tenemos tendencia a usar de manera indistinta los términos felicidad y placer o a creer que a través del placer podemos llegar a sentirnos felices de manera más o menos continuada.
Lo que ocurre es que esta creencia, que en realidad es cierta, tiene trampa, porque cuando hacemos algo que nos proporciona placer y nos sentimos muy muy bien, felices, es genial, pero puedo llevarnos a cometer un error no sólo de concepto, sino a confundir dos estados emocionales que son fisiológicamente muy diferentes y que tienen características y consecuencias casi opuestas.
Me explico, muchas personas para sentirse “felices” optan por escalar profesionalmente hasta lo que se considera “tener éxito”, aún a pesar de sacrificar muchas veces parte de su vida personal, familiar y social, a pesar de vivir diariamente situaciones insufribles, estrés, desaliento, se afanan por comprar el coche ad hoc al nivel social en el que están o quieren estar, lo mismo con la ropa, con la casa, con las actividades extraescolares de sus hijos, con las que hace la familia el fin de semana…, endulzan sus vidas con lo que yo llamo chutes emocionales, que no son más que diferentes actividades que les proporcionan placer y que van desde actividades de ocio en las que con frecuencia el objetivo es excederse por ejemplo con la bebida, con la tan manida costumbre de en esa situación parece que son lícitos todos los desvaríos imaginables, hasta practicar deportes claramente excesivos para su estado físico, ignorando que les pasará factura al cabo de unos años, pasando por acudir a innumerables actividades de relax, desconexión, reconexión, charlas motivadoras, encuentros energéticos…, etc, et, etc.
Todas estas actividades placenteras tienen un efecto de corta o muy corta duración, que puede ir de horas a unos pocos días o en algún caso pocos meses, activan los circuitos neuronales de recompensa, igual que las drogas adictivas, y cuando se pasa el efecto, tu cuerpo te pide repetir.
Y así día tras día, semana tras semana…se pasa toda una vida queriendo y buscando siempre más, siempre de cosas de ahí fuera.
Como coach, me encuentro con muchas, muchas personas que en un momento dado toman consciencia de que con esta dinámica de vida no van bien y buscan ayuda. Manifiestan que tienen una “buena vida”, pues así evalúan una vida más o menos como la descrita anteriormente, se extrañan de que, a pesar de ello, no se sienten bien, algo no funciona, algo les falta.
Cuando inicias el trabajo de acompañamiento y la persona averigua qué lo que necesita de verdad es mirar hacía dentro para descubrirse, conocerse, averiguar qué les hace felices de verdad más allá de lo que la sociedad y la cultura en la que discurre su vida marcan como una “vida feliz y exitosa”, entonces aparece el miedo, esa poderosa emoción que lejos de ser adaptativa en nuestras vidas, muchas veces nos paraliza, nos hace escondernos como avestruces, mirar a otro lado…todo con tal de no afrontarlo.
Me resulta en extremo curioso que personas que actúan muchas veces casi con imprudencia en sus actividades placenteras, no sientan miedo ante esas situaciones que podrían poner incluso su vida en peligro y sin embargo, cuando llegan al momento en que han de mirarse a sí mismas cara a cara, allí surgen todos los temores, tanto que, en ocasiones, impiden poder realizar con ellas un trabajo de coaching.
Con esto no quiero decir que el placer es contario a la felicidad, ni mucho menos, doy la bienvenida de muy buen grado a las actividades placenteras saludables, aquellas que nos proporcionan un aumento y una mejora de nuestro bienestar y que ha de ir a la par de la práctica de todo aquello que favorezca nuestro desarrollo, todo lo que estimula nuestro neocórtex, y nos facilita la expresión de todo nuestro potencial como personas.
En el neocórtex ocurren la creatividad, la consciencia, el pensamiento estratégico y abstracto y el amor incondicional. Desarrollarlo y estimularlo nos permite encontrar de verdad qué nos apasiona, qué da sentido a la vida de cada persona, cuál es el propósito de tu vida.
Somos los únicos animales que podemos imaginar cosas que aún no existen y materializarlas. Podemos crear nuestra realidad, nuestras vidas con unas dosis equilibradas de actividades que nos proporcionan placer y felicidad, unas efímeras, las que nos proporcionan placer, que en muchas ocasiones facilitan la práctica de otras más profundas, que nos llevan a construir nuestra felicidad, nuestro bienestar emocional saludable.
Sonja Lyubomirsky es profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Riverside. Es autora de dos libros prácticos basados en evidencias científicas que pueden ayudar a las personas a aumentar su nivel de felicidad.
Según sus cálculos:
• El 50 % del punto de ajuste de la felicidad de un individuo está determinado por la predisposición genética.
• Otro 10 % es el resultado de circunstancias que están fuera de nuestro control, como dónde nacen y quiénes son sus padres.
• Finalmente, el 40 % del punto de ajuste de la felicidad está bajo su control.
Es decir, según los resultados de numerosos estudios realizados por esta Doctora en psicología experta en el estudio de la felicidad, tenemos un 40% de nuestra felicidad en nuestras manos.
Además, hoy sabemos que lo que heredamos genéticamente, en la mayoría de las ocasiones es una predisposición que puede modificarse con la epigenética, la influencia del medio en el que vivimos, que incorpora modificaciones en nuestros genes.
La felicidad que sentimos al llevar una vida plena y “con sentido” (bienestar eudaimónico), estimula la expresión de perfiles genéticos favorables en las células del sistema inmune, potenciando bajos niveles de inflamación y una fuerte expresión de genes vinculados a anticuerpos y moléculas antivirales.
El placer que procede de la autosatisfacción y la obtención de placer inmediato (bienestar hedonista), experimentan todo lo contrario: altos niveles de inflamación y escasos anticuerpos en su organismo.
Actualmente los especialistas y sabios en material de felicidad están de acuerdo en que tanto el placer como la felicidad son necesarios para alcanzar un buen nivel de bienestar saludable.
Sabemos también que las actividades que nos proporcionan placer tienen una función importante para garantizar nuestra supervivencia, ejemplo claro es el placer que experimentamos en el orgasmo para conseguir reproducirnos y perpetuar nuestra especie.
También podemos utilizar el placer para animarnos en un día oscuro, cuando nos invade la impotencia, el desaliento o cualquier otra emoción desagradable, para que nos ayude a cambiar nuestro estado de ánimo y así disponer de más recursos para afrontar todo aquello que la vida nos depare y continuar nuestro camino.
La clave desde mi punto de vista está en ser consciente de las diferencias entre placer y felicidad y aceptar que está en nuestra mano decidir como gestionamos las “dosis” de placer de manera que nos permita continuar en la senda que nos lleva a la felicidad, y no apartarnos para ir sobreviviendo a base de chutes emocionales.
Me encanta como mi profesor de PNL (Programación Neurolingüística) llamaba a estas dosis de placer “la noche loca”, el tiempo que te permites desconectar, el permiso que te das para sentir placer, todo está bien si lo haces de manera consciente y quieres de verdad construir tu felicidad y tu bienestar saludable.
La decisión está en tus manos, no se trata de elegir entre placer o felicidad, se trata de cocinar nuestro bienestar con ambos ingredientes.
Bienestar saludable = Placer + Felicidad
¡Feliz vida!